La Adoración de los pastores. Bartolomé Esteban Murillo, 1668. Museo de Bellas Artes de Sevilla |
Granada, 24/12/2013
Veintiún siglos hace ya, y, año tras año, desfila en la Nochebuena la Humanidad esperanzada, besando los pies del Divino Infante, y, año tras año, la voz de la Iglesia, embargada de emoción, nos repite la invitación litúrgica de vivencia eterna:
«Puer natus est nobis, venite adoremus»
(«Un Niño ha nacido para nosotros, venid adorémosle»).
Los cristianos conmemoramos el momento ilusionante en que Dios se hizo hombre, naciendo entre ofrendas de pastores y en un escenario de extrema pobreza, en una aleccionadora humildad. Es una noche plena de sentido íntimo, ninguna otra noche en el año tiene tanta emoción familiar. Cristo nace hoy, como renace cada día, y todas las gargantas lanzan alborozado su ¡aleluya!
Un año más, esta noche se repetirá el más bello y emotivo de los mensajes: “Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad”. Sabía Jesús que no abundan éstos entre sus criaturas. De ahí la perennidad del deseo a través del tiempo, empeñados los hombres como estamos en la más sorda, ciega y constante de las luchas entre y contra nosotros mismos. 2013 años después de su venida, Jesús sigue deseándonos lo mejor: Paz. Éste es el deseo de un servidor para todos ustedes.
"Que la paz secuestre vuestras vidas, el amor inunde vuestras almas y la felicidad se refleje en vuestras caras".
Poema al Niño Jesús
¿Cómo podría no quererte,
si sólo con ver tu cara
el amor se me dispara
y me muero por tenerte?
¿Cómo podría no quererte,
si ese brillo de tus ojos
ilumina mis despojos
y mi vida, de repente?
¿Cómo podría no quererte,
si al fuego de tus mejillas
el alma se me ilumina
y el corazón se me enciende?
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¿Cómo podría no quererte,
al ver tus manos de plata,
que se mueven y me atrapan,
y caigo rendido al verte?
¿Cómo podría no quererte,
al ver a tu tierra madre,
que se derrite al mirarte
en el trono del pesebre?
¿Cómo podría...? Si pudiera,
te digo que no quisiera.
Y aunque al quererte muriera,
me moriría por quererte.
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-Federico Rodríguez Ratia-