En el devenir de la Iglesia local y de sus instituciones durante la segunda mitad del siglo XX, ocupa un lugar importante el sacerdote Jesús Roldán Calvente. El 17 de mayo de 2006 terminó su andadura temporal, cuando le faltaban unos meses para cumplir los noventa y seis años de edad. Era el sacerdote más longevo del presbiterio diocesano.
Siempre al servicio de la Abadía
Su vida entera ha estado vinculada con la institución eclesial de la abadía del Sacro Monte. En su colegio entró siendo niño y allí se ordenó en 1934, permaneciendo en esta casa hasta que a los noventa años se trasladó al Hogar Sacerdotal de plaza de Gracia. Su paso por la abadía en los últimos decenios ha sido fundamental para su supervivencia. El espíritu sacromontano, enraizado en su ser, justamente con un carácter recio y una abnegación sin límites, le han hecho ocuparse con total entrega de diferentes responsabilidades en la etapa más difícil de la institución granadina: profesor, beneficiado, canónigo, presidente del cabildo y, sobre todo, habitante en solitario dentro del gran complejo extramuros, desde el año 1976 en que se cerró definitivamente el colegio, hasta el año 1988, fecha en la que el Arzobispo Méndez nombró un nuevo Cabildo.
El mérito de su estancia en la abadía en tales condiciones se agiganta cuando se recuentan las innumerables gestiones realizadas y los logros conseguidos en la rehabilitación de la institución. Van desde la renovación de las cubiertas en el edificio central hasta el acceso desde el camino de san Antonio, a la altura de El Fargue; desde la catalogación del patrimonio artístico hasta el sistema de alarma. Como es fácil la alabanza "post mortem", cuando la compasión mueve a resaltar y hasta aumentar las virtudes, hay que decir que ya en varias ocasiones, durante estos últimos años, el Cabildo le mostró su admiración, hasta el punto que el mismo Ayuntamiento le concedió la Medalla de Oro de la Ciudad. En sus exequias estuvieron el Arzobispo y el Alcalde de Granada.
Citemos, a modo de recordatorio, los dos números de la revista Colegio del Sacro Monte, publicada por los antiguos alumnos, que tanto en su número de julio de 1999 como en el de diciembre de 2003, dedican casi todas sus páginas a su persona y a su obra, pormenorizando su labor. Igualmente la crónica de la serie "La Iglesia de Granada en el siglo XX" correspondiente al 6 de noviembre de 2005, glosó su personalidad y méritos con el título "En la soledad del monte".
El mejor homenaje
El Cabildo actual, que le rindió homenaje en enero de 2005 con motivo de su septuagésimo aniversario de ordenación, y que valora en su justa medida tanto desvelo y tanto amor a la abadía, siente aún más su ejemplo de sacerdote adorador de la Eucaristía. En toda su larga vida no dejó de orar ante el sagrario un largo rato, tanto en la mañana como en la tarde, práctica esencial en las constituciones por las que se rige la Abadía desde el siglo XVII. Este aspecto, que más que cumplimiento de una cláusula constitucional es una manifestación de profunda fe, nos queda como el mejor legado de tan eminente capitular.
Por su expreso deseo, el cuerpo espigado y bien parecido del piadoso, culto y activo sacerdote, reposa en el recoleto cementerio de la Abadía, abierto al valle de Valparaíso, junto a la Inmaculada en piedra de Pablo de Rojas. En la base de la cruz que preside el recinto se lee la siguiente frase de Job: "Acordaos, acordaos de mí, al menos vosotros que sois mis amigos". El tiempo, siempre desmemoriado, pasa a segundo plano figuras y aspectos que un día estuvieron en la primera fila. Afortunadamente en otro lateral de la cruz está esculpida esta sentencia: "Sé que mi Redentor vive y un día me volverá a la vida".
Juan Sánchez Ocaña
FIESTA, 28/05/2006
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"Defendió en su soledad de ermitaño con su propia vida unas ruinas, que gracias a él nunca han llegado a serlo".