Solemnidad del Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo, con arreglo al siguiente programa:
- A las 11:00 h., Exposición Mayor y Hora Santa, con turnos de vela.
- A las 12:30 h., Solemne Eucaristía en el rito hispano-mozárabe; acto seguido, Procesión del Santísimo Sacramento por el claustro y placetas de la Abadía, Bendición del Santísimo, Preces y Salve.
QUEDAN INVITADOS COFRADES, DEVOTOS y FIELES EN GENERAL
CORPUS CHRISTI EN
LA ABADÍA DEL SACRO-MONTE
Testigo de otros tiempos, fe sencilla,
rescoldo de aquel fuego que aquí ardía,
el Corpus sigue vivo en la Abadía,
sagrado talismán y maravilla.
El claustro se engalana y se arrodilla
ante el Cuerpo de Cristo, y melodía
como mística ofrenda todo el día
reverbera del valle en la otra orilla.
“Catemos al Amor de los Amores”,
y con Cecilio desde esta colina
irradiemos la fe de los mayores
adorando al Señor Sacramentado,
y en este día de dimensión divina
soñando en un futuro renovado.
Federico Rodríguez Ratia14/06/2014
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ANTE EL SANTÍSIMO SACRAMENTO
«Adoro te devote, latens Deitas».
¡Aquí está Dios! Venid, venid, humanos,
los que sabéis sentir, los que buscáis
el bien y la verdad, los que aspiráis
a conocer del mundo los arcanos.
Venid, hombres de fe, venid, cristianos,
los que en la misma mesa comulgáis,
los que ardiendo en el pecho conserváis
la santa caridad que os hace hermanos.
Adorad el misterio emocionante,
tan sólo de los fieles conocido:
Nuestro Dios y Señor, tierno y galante,
tras el velo de pan está escondido,
¡rendid el corazón al dulce Amante
que aquí, por nuestro amor, está rendido!
Juan Alonso VelaCanónigo del Sacro-Monte(GACETA DEL SUR, 28/05/1922)
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DIOS CON NOSOTROS
¡Padre nuestro, creador, redentor, consuelo, esperanza, et omnia y todo nuestro bien!
Nos has creado para Tí, has grabado tu imagen en nuestra alma; nos has dado tu semejanza, buscamos en Tí a nuestro semejante y estamos fuera de nuestro centro cuando no vivimos en Tí.
A pesar del abismo que el pecado abrió entre Tí y nosotros, nos amas tanto que has tomado nuestra naturaleza, nos has redimido, y siendo Tú la vida por esencia, has venido a nosotros para que tengamos abundante vida divina.
Nos prometiste estar siempre con nosotros, y no obstante tu ascensión a los cielos, has realizado tu promesa quedándote en la tierra, no sólo por tu gracia, sino personalmente, con tu cuerpo, con tu sangre, con tu alma y tu divinidad.
¿Cómo has hecho esto? Con un prodigio de tu exclusiva competencia, por medio de la Eucaristía, sacramento de los sacramentos, misterio de los misterios, obra maestra de tu sabiduría, tu poder y tu amor infinitos.
Dijiste a tus apóstoles que tenían que comer tu carne y beber tu sangre, y ellos no entendieron el sentido de tus palabras, como no lo entienden hoy los hombres que no tienen fe.
En la última cena convertiste el pan en tu cuerpo y el vino en tu sangre, para darte en comida y bebida a tus apóstoles, y comunicaste este poder divino a los sacerdotes, para que, en memoria tuya y en tu nombre, repitan el milagro de la consagración mientras haya hombres sobre la tierra. Desde entonces vives con nosotros y adoramos a Dios hecho hombre, sacramentado en la hostia consagrada, sin incurrir en idolatría ni panteísmo.
No bastó a tu amor santificar el alma humana con la comunicación espiritual de tu gracia; te nos diste también bajo accidentes materiales, porque material es la mitad de nuestra naturaleza.
Te hiciste hombre para hacernos dioses; tomaste nuestra carne y nos la devuelves divinizada, produciendo tales efectos en nosotros, que, sin renunciar a nuestra propia vida, podemos decir con San Pablo, que más bien que nosotros, eres Tú quien vive en nosotros.
¡Sea por siempre bendito y alabado el Santísimo Sacramento del Altar! ¡Sea por siempre bendito y alabado el santísimo nombre Dios que ha hecho esta maravilla!
¡Gracias, Dios y Señor nuestro, por el inmenso beneficio que nos dispensas permitiéndonos que te veamos, con la luz de la fe, a través de los accidentes eucarísticos, que te hospedemos en nuestro corazón, y establezcamos el contacto físico con tu divina persona!
Haced, Señor, que seamos dignos de alcanzar la promesa que nos hiciste diciendo que el que coma tu carne y beba tu sangre, tendrá vida eterna. ¡Señor, que te veamos cara a cara, como nos tienes prometido, y te alabemos por los siglos de los siglos!
Juan Alonso Vela(LA VERDAD, 06/1916)
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