LA CEREMONIA
A las diez y media, el gentío anunció la llegada de la Virgen. A dicha hora salió de las Angustias una procesión compuesta del estandarte de la Hermandad, cruz y ciriales, imagen de San Cecilio, hermanos y horquilleros de la imagen de Nuestra Patrona, con el manto nuevo.
Detrás de la imagen, los mayordomos señores López Atienza llevaban la hermosa corona en una bandeja de plata.
Cerraba la marcha la banda de Churriana.
Al llegar a la tribuna del Embovedado, subieron a la misma las imágenes de San Cecilio y Nuestra Patrona, presentando armas toda la fuerza que daba escolta y tocándose por la banda de Córdoba (que estaba al pie del tablado) y por las de cornetas de los demás regimientos la Marcha Real.
Una vez la Virgen colocada en el trono levantado, los mayordomos señores López Atienza, entregarónla a la Infanta Isabel, quien la ofreció al Arzobispo.
Los mayordomos se colocaron delante de la Infanta, sosteniendo la corona.
El notario mayor, D. Francisco Fonseca y Andrade, dió lectura al diploma latino en dicho idioma, y después en castellano, en la forma siguiente:
LETRAS DE LA CORONACIÓN
Mariano, del título de Santa Cecilia, de la Santa Romana Iglesia, Presbítero Cardenal Rampolla del Tindaro, Arcipreste de la Santa Patriarcal Basílica del Príncipe de los Apóstoles de Urbe, Prefecto de la Sagrada Congregación de la Reverenda fábrica y el Cabildo y Canónigos de la misma.
Al excelentísimo y reverendísimo señor don José Meseguer y Costa, Arzobispo de Granada.
Eterna salud en el Señor.
Has expuesto há poco a nuestro Cabildo, a quien pertenece el derecho y honor de coronar las sagradas imágenes de la Madre de Dios, célebres ya por la antigüedad de su culto, ya por la abundancia de milagros, que se venera en esa ilustre ciudad de Granada, una antiquísima Virgen de Nuestra Señora, bajo el título de los Dolores, vulgo «de las Angustias», que es Patrona igualmente principal de dicha ciudad, célebre por la fama de sus prodigios, visitada y venerada con gran devoción por sus habitantes y de los pueblos comarcanos. Notorio es que la misma Madre de Dios, así honrada con tan gran piedad, ha sido la defensa y tutela de estos habitantes muchísimas veces. Por lo que llevado de singular y afectuosa devoción, en unión con el Reverendo Cabildo Metropolitano, el de la Colegial y Real Capilla, el Municipio y la Hermandad que lleva el nombre de esta Bienaventurada Virgen María, el resto del Clero y pueblo, con fervientes preces has pedido que esta augusta Imagen sea honrada con la corona de oro con que suelen ser condecoradas por nuestro Cabildo las imágenes más prodigiosas. Y nosotros, accediendo a estas súplicas, estando legítimamente congregados el día XXX de Abril del presente año en nuestra Aula Capitular, hemos conocido tu escrito de súplica sobre la celeridad de esta Imagen. De aquí, recibido antes el visto del Ilmo. y Rmo. Sr. D. José de Riogno, de los Marqueses de Casalme, decano de nuestro Cabildo, plenamente emitido en favor, averiguamos que consta de lleno la gran veneración y fama de su celebridad y de sus milagros. Por tanto Nos, a mayor honra y ornamento de la Madre de Dios, con unánime parecer y sumo agrado, decretamos y mandamos que la expresada Imagen de Nuestra Señora, bajo el título de los Dolores, vulgo de «las Angustias», sea coronada con coronada de oro según solemne rito. El cargo empero lo conferimos a ti Ilmo. y Rvdmo. señor, y por la presente te deputamos muy de buen grado, para que en Nuestro nombre, el día que quisieras impongas la corona de oro sobre la santísima cabeza de la misma Imagen, guardando con todo el orden que en semejantes ceremonias usamos y del que te acompañamos un ejemplar. Pero si no puedes hacerlo por impedirlo cualquier causa, te concedemos igualmente facultad de subdelegar en otro con tal que esté constituido en dignidad eclesiástica, el cual celebre esta sagrada ceremonia.
En fe de todo lo cual hemos mandar expedir las presentes letras por nuestro infrascripto Canciller, firmado por el Ilustrísimo y Reverendísimo Sr. Canónigo Secretario y autorizadas con el sello Capitular.
Dado en Roma a 5 de Mayo, el año del Señor 1913, del Pontificado de Nuestro SSmo. Padre el Papa Pío X, año décimo.- Jacobo Sinibaldi, Canónigo Secretario.- José Cascioli, Canciller.- Hay un sello que dice: «Capítulum SS. Basilicae Príncipis Apostolorum».
El arzobispo, señor Meseguer, de pontifical, inciensa y bendice la corona, rodeado de los señores obispos asistentes.
Terminada la lectura de las «Letras de la coronación», se coloca una escalera al lado del trono donde se encuentra la Virgen.
El señor Meseguer entona la antífona Adjutorium nostrum in nomine Domini que contesta el coro, dice la oración consiguiente.
Se canta el salmo Os gloriosa víctima y el Arzobispo dice la oración del mismo.
A continuación se canta el Regina celi letare aleluya.
El momento es solemnísimo.
El Embovedado presenta indescriptible aspecto. En el cielo de un azul purísimo, brilla un sol esplendente.
Todas las azoteas y terrazas del Casino, hoteles, fondas y casas particulares se ven atestadas de público.
Aún muchos tejados se ven llenos de criaturas.
El Arzobispo asciende por la escalerilla, se postra ante la Virgen y la adora.
Levántase, y quitándose su cruz pectoral la pone al cuello de la Sagrada Imagen. (Ovación clamorosa y vivas).
También se quita el anillo y lo ata a la mano de la Sagrada Imagen. (Vivas entusiastas).
Avanzan los mayordomos llevando la corona en rica bandeja.
Los diáconos de honor señores Arcediano y Maestrescuela reciben la corona y la entregan al Prelado.
El instante es indescriptible.
Avanza el concejal D. Francisco Moreno Agrela, con el Pendón de la Ciudad, lo despliega y lo coloca a los pies de la Virgen.
Nuestro Prelado toma la corona, la enseña al público levantándola en alto en todas direcciones y la coloca en las sienes de la Santísima Virgen de las Angustias.
Oyense numerosos vivas, resuenan los ecos de la Marcha Real, presentan armas las fuerzas de la escolta, dispáranse multitud de cohetes y palmas reales, repican todas las campanas de las iglesias y a lo lejos resuenan los cañonazos que se disparan en el en el Paseo del Violón con tan fausto motivo.
Un detalle: una bandada de palomas, asustadas sin duda por el ruido de los cohetes, rodean en la altura la Sagrada cabeza de la Virgen, dando varias vueltas a su derredor.
Se arrodilla de nuevo el Arzobispo ante la imagen y entona después el Te Deum Laudamus, que es cantado en dos coros por la capilla de la Catedral.
Terminado el acto de la Coronación, la Infanta Isabel felicitó al Arzobispo señor Meseguer por la grandiosidad del acto.
El Defensor de Granada, 21/09/1913 - pág. 2
Cuarenta y siete años hace,/ Madre, que aquí yo llegué,/
y a Granada de vuestro Hijo/ a ser Corte convidé.
Hoy que Granada os corona,/ Virgen, su Reina también,/
¿no coronará su honra/ de ciudad de Cristo Rey?
Sí; de Cristo y de María,/ Granada Corte ha de ser,/
ciudad regia coronada/ por su soberana fe.
José Gras y Granollers
A LA VIRGEN DE LAS ANGUSTIAS
(PLEGARIA)
¡Salve, Virgen bendita! Junto a tu trono hoy se rinden tus hijos ofreciéndote sus corazones.
Granada, tu Granada; la que Tú, Señora, escogistes para asentar tu trono de misericordia, hoy se viste con todas las galas de su grandeza, resucita los esplendores de sus mejores días y cae de hinojos ante su Madre, la Virgen de las Angustias.
¿Para qué? Para ceñir su frente sagrada con corona de oro puro, cuajada de pedrería. Te aclaman por su Reina y quieren decirlo al mundo entero. Un venerable pastor, en nombre del Vicario de Cristo, subirá, Señora, hasta tu trono y con mano trémula pondrá sobre tus sienes la ofrenda que tus hijos te hacen.
Esa corona es el archivo de nuestros amores y el relicario en donde hemos puesto nuestro tesoro. Las hijas de Sión se han despojado de sus pendientes y aderezos para adornar a su Madre... En tu corona se han engarzado la joya que rodea el cuello de la casta esposa, y la que adornó la hermosura de la doncella cristiana; el oro que guardaban las arcas del rico y la humilde moneda que te ofreció el pobre, quitándolo de su propio sustento.
Cuando Tú, Virgen Soberana, después de coronada, pasees las calles de tu Granada en carrera triunfal, tus hijos correremos locos de alegría, cantando himnos de alabanza «a la Madre... a la Reina... a la Virgen de Granada... a la Madre de los granadinos».
Acoge, Señora, estos himnos y bendice a los que te aman. Que esta fiesta de amor estreche nuestras amistades contigo. Que el rocío de la gracia caiga sobre nuestros corazones, y el agua del cielo fecundice nuestros campos; que el temor de Dios sea nuestra fortaleza, y el amor al trabajo honrado y cristiano sea la fuente de nuestro bienestar temporal en la tierra. Y
Cuando un alba hermosa y pura
nos sonría en los umbrales
de dichosa eternidad,
acuérdate, Señora, de este día
en que ciñen tus sienes maternales
tus hijos que te aclaman
como Reina de paz y caridad.
Manuel Medina Olmos